Época: Imperio Asirio
Inicio: Año 1000 A. C.
Fin: Año 612 D.C.

Antecedente:
El arte de la edad neoasiria
Siguientes:
Las construcciones religiosas

(C) Federico Lara Peinado



Comentario

El gran monarca con quien la arquitectura neoasiria utilizó fórmulas de identidad propia fue Assur-nasirpal II (883-859), el cual, poco después de su ascenso al trono, abandonó la vieja capital imperial asiria pasando a ocupar Kalkhu (Nimrud), ciudad que había construido Salmanasar I en el siglo XIII a. C. a unos 70 km al norte de Assur; sin embargo, el nuevo monarca no abandonó a su suerte a la ciudad imperial, que pasó a desempeñar un papel eminentemente religioso.
En Kalkhu, la nueva capital, Assur-nasirpal II levantó un magnífico palacio (Palacio noroccidental), muchos de cuyos datos constructivos conocemos gracias a la Estela conmemorativa de su inauguración, que tuvo lugar en el año 879 a. C. Tal palacio (200 por 120 m), que reproducía en buena medida el de Adad-nirari I de Assur, estaba formado por dos grandes patios, perfectamente conectados entre sí, a cuyo alrededor se distribuían las estancias, con puertas de acceso flanqueados por toros androcéfalos como motivo de ornamentación.

En su sector nordeste -llamado babanu-, y en torno al gran patio central de acceso al palacio, se hallaban las dependencias destinadas a las tareas públicas (viviendas de funcionarios, archivos, dependencias auxiliares, etc.), que se comunicaban con la parte privada -sector bitanu- gracias al Salón del trono (50 por 10 m), una magnífica pieza revestida con ortostatos decorados con bellísimos relieves, desde el cual, y mediante un orgánico sistema de estancias, se llegaba a las habitaciones reales. El palacio sería más tarde abandonado por Adad-nirari III (810-783) y vuelto a reutilizar por Sargón II a finales del siglo VIII.

El hijo de Assur-nasirpal II, Salmanasar III (858-824), perfecto estadista, devoto creyente de Assur y buen militar, tuvo asimismo preocupaciones arquitectónicas, sobre todo de índole militar y religiosa. Sabemos que construyó las nuevas murallas de Assur, doblando así el perímetro de las existentes, reforzó sus puertas de acceso y construyó un terraplén interior. También reconstruyó la parte superior de la vieja ziqqurratu y reedificó el Templo de Ishtar y el doble Templo de Anu y Adad. Tras ello, en algunas puertas de la capital asiria -en la Puerta Gurgurri y Tabira, por ejemplo- situó diferentes estatuas suyas de bulto redondo, en testimonio de su actividad arquitectónica en Assur y, sobre todo, de su prestigio imperial.

En Kalkhu, fuera de la ciudadela y en su sector este, ordenó construir una gran estructura multifuncional (Fuerte Salmanasar), verdadero fortín que Assarhaddon, años más tarde, al restaurarlo, denominaría Ekal Masharti (el arsenal). Este fuerte se levantaba sobre una alta terraza rodeada por una potente muralla, en la cual se abrían tres puertas; todo el conjunto se ordenaba en seis patios, a cuyo alrededor se agrupaban unas 200 estancias. La zona norte se destinó a residencia para oficiales y soldados, cuadras para caballos, almacenes para los carros militares, arsenales para las armas y máquinas de guerra, depósitos para los botines, etc. El sur lo ocupaba un palacio, cuyas habitaciones, de modestas dimensiones, estaban protegidos por la muralla y por dos patios laterales. Al lado de los aposentos se situó el Salón del trono, ornamentado con pinturas murales, y la Sala del tesoro, siguiendo la disposición de las salas del Palacio noroccidental, el de su padre, Assur-nasirpal II.

En textos de Salmanasar III aparece citada por primera vez la ciudad siria de Til Barsip (hoy Tell Ahmar), capital que fue del reino arameo de Bit Adini. Tras conquistarla dicho rey, estableció en ella una colonia que llamó Kar-Salmanasar; en ella reconstruyó un antiguo palacio provincial, destinado a residencia de los gobernadores asirios, rodeándolo de murallas, con una sola puerta de acceso, y que organizó siguiendo la disposición de los demás palacios imperiales. El interés de este edificio se basa en las magníficas pinturas que adornaron las paredes de algunas estancias y que cronológicamente abarcan desde el final del siglo X hasta mediados del siglo VII a. C.

Sería Tiglat-pileser III (744-727) quien, años después, volvió a construir en la propia Kalkhu otra residencia palacial, que situó al sur del Palacio de Assur-nasirpal II. Por referencias documentales sabemos que contó -y este es el primer caso documentado arqueológicamente en Asiria- con una estancia con pórtico con columnas y piso superior, a modo de los bit hilani sirio-hititas, estancia que a partir de entonces se hallaría presente en todos los palacios neoasirios. Del resto de tal construcción, con excepción de algunos de sus relieves, no nos ha llegado absolutamente nada. Asimismo, en la lejana Hadatu (hoy Asrlan Tash) edificó un palacio provincial, con los aposentos de planta rectangular distribuidos, como en los demás palacios asirios, en torno a un patio central.

El rey Sargón II (721-705) con su personal visión de la grandeza asiria intentó la creación de un verdadero Imperio mundial bajo la égida del dios Assur. La expresión material de tal presunción fue la magnífica ciudad y residencia regia que levantó de nueva planta en Dur Sharrukin, Residencia de Sargón (hoy Khorsabad), situada cerca de Nínive.

Dicha ciudad estuvo, en efecto, a la altura de la grandeza y prestigio de tal soberano asirio: se trataba de un enclave urbano fuertemente fortificado (sus muros miden 23 m de espesor), de planta ligeramente rectangular (1750 por 1685 m) con siete puertas de acceso, cuatro de simple estructura y tres adornadas con colosales estatuas de toros alados y genios protectores.

En el lado noroeste de la misma construyó una ciudadela que fue estructurada en dos niveles topográficos diferentes. En el más elevado, sobre dos terrazas de 18 m de altura, se alzaba con sus propias murallas defensivas un magnífico palacio que ocupaba 10 hectáreas de superficie. A él se accedía desde el interior de la ciudad por una amplia rampa apoyada en la fachada sudeste. Esta fachada comprendía un triple portal, adornado con estatuas en sus ambas, que daba paso a un gran patio (103 por 91 m) en cierta manera regulador de todo el complejo.

En el sector norte se hallaban las estancias oficiales, a las que se llegaba después de atravesar otro patio, a cuyo lado estaba la magnífica Sala del trono (45 por 10 m), con triple portada de acceso, adornada con colosales figuras; por el noroeste se abrían otros patios y salas, así como lo que pudo haber sido un bit hilani; en el oeste se situaba el gran complejo religioso de la ciudadela, dominado por una gran ziqqurratu de planta cuadrada (43,10 m de lado) con sucesivas terrazas (¿tal vez cinco?) de 6,10 m de altura cada una, decoradas con nichos pintados y provista de rampa exterior de acceso. Próxima a ella se levantaban tres templos (de Sin, Nigal y Shamash) y tres capillas (dedicadas a Ea, Adad y Ninurta).

Tanto los patios como las estancias principales del palacio de la ciudadela estuvieron decorados con ortostatos, cuyos relieves reproducían las empresas militares del rey. Fuera de dicho palacio y del conjunto de templos y capillas antes citado se hallaban -situadas en la zona más baja de la ciudadela y con una muralla propia- las viviendas de los dignatarios y funcionarios, así como un templo dedicado a Nabu, el cual estaba unido a los templos del recinto palatino por una pasarela que equilibraba el desnivel existente.

Por el lado sudoeste, e integrado en la muralla de Dur Sharrukin, se situó un pequeño palacio, tal vez residencia del príncipe heredero Senaquerib, que constaba de dos patios y otras estancias dispuestas en forma de T, siguiendo la planta del arsenal (Ekal Masharti) que Salmanasar III había construido en Kalkhu.

Sin embargo, y sin que se sepan los motivos, el sucesor de Sargón II, Senaquerib (704-681), conquistador y destructor de Babilonia, abandonó Dur Sharrukin y eligió Nínive como capital imperial, construyendo y restaurando en ella edificios, calles y murallas. En la parte sudoeste de la ciudadela (colina de Kuyunjik), que embelleció con hermosos parques y jardines, y después de demoler un Palacio viejo, levantó sobre una enorme plataforma el suyo propio, que denominó Palacio que no tiene igual, construcción que al no haber sido totalmente excavada presenta serios problemas de interpretación arquitectónica. Lo conocido demuestra que seguía el modelo asirio de patios con estancias en sus lados, aunque ahora la novedad estribaba en disponer dichos patios a modo de bloques o unidades independientes, sistematizados en ángulo recto y separados por corredores y galerías, sin distinguirse bien la parte pública (babanu) de la parte privada (bitanu). Este palacio, al igual que los anteriores citados, estuvo revestido de ortostatos con relieves, habiéndonos llegado, sin embargo, sólo una pequeña parte de ellos.

Tampoco se olvidó de Assur, ciudad en la que levantó el Palacio del príncipe para su hijo menor Assur-ilu-muballitsu, y del que se conservan muy pocos restos.

Assarhaddon (680-669), que accedió al trono en medio de una guerra civil, se hizo construir en Nínive, en la colina de Nebi Yunus, y de nueva planta, un palacio. No obstante, prefirió seguir residiendo en Kalkhu, ciudad en cuyo sector meridional, por debajo del antiguo palacio de Tiglat-pileser III, edificó su residencia palatina, reutilizando en ella materiales y ortostatos del viejo palacio del citado Tiglat-pileser. Lo más destacable de tal palacio fue el bit hilani, con columnas adornadas en su base con esfinges.

A Assarhaddon le sucedió su hijo Assurbanipal (668-630), reconocido rey, en contra de los legítimos derechos de su hermano mayor, gracias a los esfuerzos y maniobras de su abuela, la reina Naqi'a. Tal rey, de excelente formación intelectual y amante de las letras y del arte, dio quizá los mejores y últimos días de esplendor artístico a Asiria.

A él se debió la reorganización de la ciudad de Nínive, que la convirtió nuevamente en capital imperial. Tras haber residido un tiempo en el palacio de su abuelo Senaquerib, situado, como vimos, en la colina de Kuyunjik, edificó también su propio palacio en la misma colina, aunque en el sector norte, palacio que, lamentablemente, conocemos de modo incompleto, aunque se sabe que estuvo estructurado en complejos arquitectónicos independientes, en torno a patios unidos por corredores y galerías. También este palacio contó con una hermosa decoración relivaria, presente en los ortostatos de sus diferentes aposentos: quizás sea la más hermosa decoración del arte asirio de todas las épocas.